jueves, 24 de enero de 2013

SOLO VINE A HABLAR POR TELEFONO



Maria de la Luz se dirigía en un coche de alquiler con destino a Barcelona después de una visita que le había hecho a su familia en Zaragoza. En el camino se le averió el coche y después de un buen rato consiguió que un autobús se parara.
Con el aturdimiento por la avería y la lluvia que caía en ese momento, dejó olvidadas las llaves en el coche.
Una vez en el autobús, explicó a una señora que acompañaba al conductor, que necesitaba hablar por teléfono con su marido para avisarle que tardaría en llegar más de lo previsto. Se quedó dormida en el trayecto, al igual que todas las mujeres que iban en él. Cuando el autobús llegó a su destino, se bajó junto a las demás e inmediatamente se interesó por un teléfono. Sin embargo, no le permitieron acceder a él. Por el contrario fue obligada a permanecer con el resto de las mujeres.
No tardó en darse cuenta de que aquel sitio lúgubre y sombrío era un sanatorio para enfermas mentales. De nada sirvieron sus protestas y lamentos, y terminó compartiendo una gran sala con camas y el resto de las mujeres.
Puesto que no figuraba en el listado de las personas que llegaron aquella noche, a la mañana siguiente fue inscrita en el sanatorio como una enferma más.
Mientras tanto, su marido empezó a preocuparse por su tardanza y preguntó a su familia en Zaragoza donde le confirmaron que había salido de allí el día antes.
La preocupación de su marido tenía otros motivos que pensar en un posible accidente, puesto que en otras ocasiones le había abandonado marchándose con otros hombres.
Su marido era mago y durante los dos últimos años, ella había compartido las actuaciones de magia que éste realizaba. Pensó que de nuevo lo había abandonado y decidió olvidarse para siempre de María.
En una ocasión, y por casualidad, consiguió acceder al teléfono y llamó a su casa. El marido, al descolgar no la escuchó y después de insultarle le colgó el teléfono.
Tuvo que acceder a ciertas proposiciones de una guardiana para conseguir que ésta le enviara un mensaje a su marido indicándole donde se encontraba.
Su marido fue a visitarla, pero antes habló con el médico quien le explicó que su mujer estaba realmente loca y con una extraña obsesión por el teléfono.
Ella lo esperaba dispuesta a marcharse de allí. Le explicó lo horrible de aquel lugar, y su marido, hablándole suavemente, le dijo que cuando estuviese totalmente curada se podría ir con él.
A partir de ese momento, su marido iba a verla todas las semanas. Incluso hizo una actuación para todas las reclusas, pero María nunca quiso volver a verlo, no leer sus cartas.
Saturno (como llamaban al marido) terminó por casarse y se marchó de Barcelona. Dejó a una antigua amiga encargada de visitarla y todo se fue olvidando con el tiempo.
Esta amiga del marido le comentó que hacía mucho tiempo que no veía a María, que incluso el tenebroso sanatorio ya no existía y que la última vez que la vio estaba con bastantes kilos de más y que parecía feliz e integrada en aquel sitio.

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